El Más Maloso del Mes

Año III, número 22 (febrero)

Hace unos meses os presenté al Horror Miriápodo. Creíais que nada más acojonante podía salir de vuestro jardín, ¿verdad? Pues hoy os voy a demostrar que, en cuestión de artrópodos, la cantidad de horror no siempre va en proporción directa al número de extremidades por individuo y...

 

... buf, perdonad, acabo de hacer clic en el enlace que yo mismo he puesto y he vuelto a ver el vídeo y... ¿qué es ese sabor amargo que noto en el fondo de la boca?... buf, está bien, rectifico. Por muy malas que sean nuestras malas de hoy no pueden ser peores que ese monstruo sin rostro. Al menos nuestras elegidas tienen cara, algo a lo que puedes agarrarte para identificarlas como seres animados y no como desalmadas máquinas de devorar tripas de ratón... ugh, ¿por qué no puedo sacarlo de mi mente?

Bueno, vale que esta hormiga no ganaría un concurso de belleza ni en el Monopoly, pero tiene una cara: con sus ojos, sus mandíbulas, todo distribuido según la lógica racional de lo que llamamos un rostro. Y con un poco de imaginación, no es tan diferente del nuestro. O al menos eso pensaron en 1998 dos estudios de animación diferentes.

¿Lo veis? ¡Son como nosotros! Sin embargo, visitad el enlace de arriba otra vez y decidme con la mano en el corazón si os imaginais a una simpática escolopendra de dibujos hablando con la voz de Woody Allen. No, ¿verdad? Pero las hormigas son buena gente, representan esos valores que querríamos en los humanos: compañerismo, armonía social, trabajo... sobre todo trabajo, ¿alguna vez habéis oido hablar de un hormiga en el paro? Nos producen hasta cierta ternura cuando corretean en fila india con sus cachitos de hoja, son tan insignificantes e inofensivas... quién iba a pensar que la Humanidad y el planeta entero están a su merced.

 

No, la elección de este malo no tiene nada que ver con al estupendo artículo de Cracked de hace una semana. Es algo que tenía pensado desde antes incluso que el de la escolopendra. Cualquiera que me acompañara al concierto de Iron Maiden de 2010 sabe que siento una especie de fascinación por las hormigas que a veces roza lo patológico.

 

¿Por qué debemos temer a las hormigas? Para empezar, son muchas. Muchísimas. Pero no muchas en plan sábado por la tarde en la cola del cine, sino muchas en plan de mil a diez mil BILLONES. Para que os hagáis una idea, eso son entre quince y dieciseis ceros detrás del uno. ¿Qué más da, si son tan pequeñitas?, pensaréis, siguen siendo insignificantes... otro error por tu parte, vanidosa Humanidad. Esos seres tan pequeñitos componen entre el 15 y el 25% de toda la biomasa de la Tierra; todas juntas pesan más que cualquier otra especie, salvo quizás la humana, con la que como mucho están empatadas. Alguna vez habrás oido lo de que si todos los humanos saltaran a la vez cambiarían la órbita de la Tierra. Las hormigas también podrían, pero la diferencia es que es mucho más fácil poner de acuerdo a diez mil billones de hormigas para hacer algo a la vez que a nuestros patéticos siete mil millones de humanos. Si quisieran podrían formar entre todas un megazord de varios kilómetros cúbicos y lanzar la Tierra contra el Sol, pero ¿para qué van a destruir el planeta si ya es indiscutiblemente suyo desde hace millones de años?

 

Según Wikipedia

 

"...las hormigas aparecieron a mediados del Cretáceo, hace aproximadamente entre 130 y 110 millones de años. Tras la expansión de las plantas con flor hace unos 100 millones de años, se diversificaron y asumieron una posición ecológica dominante hace unos 60 millones de años."

 

Analizad esa última frase, ¿qué pasó hace más o menos 65 millones de años? Exacto, la extinción de los dinosaurios. Y apenas un poco después, las hormigas alcanzan una posición dominante. Eso significa que los únicos seres capaces de mantener a raya la hegemonía de las hormigas eran los dinosaurios. Los putos dinosaurios, colegas. Y aun así las hormigas acabaron ganando. No sé si os hacéis idea de lo BRUTAL que es eso.

 

Os pueden parecer bichos primitivos, que actúan como hordas de zombis descerebrados (de hecho existen hormigas zombis pero eso es otra historia) y que no han evolucionado desde que se separaron de las avispas en el Cretácico. Pero, ¿para qué? Cuando nosotros bajamos de los árboles (quizás debería decir cuando las hormigas nos dieron permiso para bajar), ellas llevaban millones de años formando metrópolis con millones de ciudadanos, desarrollando la agricultura, la ganadería, las autopistas y, lo que es el mayor síntoma de civilización, el arte de la guerra. Han fundado imperios y civilizaciones, sociedades esclavistas, dinastías que han llegado a durar siglos (lo que traducido a años humanos, es como durar milenios). Todo eso lo hicieron antes que nosotros, a lo mejor hasta nos lo enseñaron (eso convertiría a las hormigas en lo que las mitologías de todo el mundo han conocido como "dioses"). Son innumerables, son implacables, están por todas partes y los miembros de una misma especie pueden colaborar aunque procedan cada uno de una punta del mundo. Su mundo.

 

Por fortuna para la Humanidad, las hormigas tienen un poco abandonado su dominio mundial y suelen pasar buena parte de su tiempo ocupadas desmembrándose mutuamente o a otros insectos. Pero puede que nos estemos pasando de listos con nuestras pretensiones de ser nosotros la especie dominante. Hasta ahora hemos sido para las hormigas un divertimento, una joven especie que las imita bastante bien, pero nos pierde el orgullo y como se harten, vendrán a demostrarnos quién es el que manda en la Tierra. Y creedme, no somos nosotros.

 

Además, nos connviene mantener buenas relaciones con las hormigas. Son nuestra única esperanza contra el despiadado ataque de la escolopendra. Solo la Furia Fórmica puede enfrentarse al Horror Miriápodo.

¡Lleváoslo de aquí! ¡Quemadlo! ¡Enviadlo a Satán!