El Más Maloso del Mes
Año III, número 24 (abril)
Probablemente, como todos los niños de nuestra generación y remontándose hasta la de nuestros abuelos, te criaste viendo con ilusión las aventuras de los simpáticos personajes creados por la emblemática Factoría Disney: desde Mickey Mouse hasta Stitch, millones de niños hemos crecido admirando sus películas tan absortos... tan absortos que no éramos conscientes de lo que ello conllevaba.
Para empezar... ¿qué es lo que tenían sus productos para gustarnos más que ningún otro? La respuesta, querido lector, la habrás oído nombrar en muchas leyendas urbanas acerca de la publicidad subliminal de esta empresa. No obstante, si bien la Disney supo salir airosa con excusas como "En la famosa escena de El Rey León no pone SEX, pone SFX", no han sabido dar una explicación convincente a por qué vemos miembros viriles en el palacio de La Sirenita o señoritas con todos los circuitos al aire en la ventana de Los Rescatadores. Así es; Disney apelaba a los instintos más primarios de niños inocentes para asegurarse el éxito. Naturalmente, la maligna organización se lava las manos en este tipo de asuntos, pero parémonos a examinar más en detalle los mensajes de sus películas.
Cierto es que la mayoría de los clásicos Disney adaptan historias populares y cuentos de los hermanos Grimm... pero tengamos en cuenta que dichos relatos datan en su mayor parte del siglo XIX. ¿En qué podemos traducir tales historias en nuestro tiempo? Un claro ejemplo de ello son las famosas princesas: memorables personajes como Cenicienta o Bella, cuyas historias parecían enviar un mensaje de optimismo y justicia acerca del triunfo de plebeyas oprimidas son en realidad una causa evidente de la actual cultura del "braguetazo": ponte mona, búscate un príncipe u otro guaperas que te mantenga (¿o acaso fue Quasimodo el que se llevó a la chica?) y no tendrás que volver a dar un palo al agua. ¿Es esto a lo que nuestros padres querrían que aspirásemos en la vida? Además de que, en la inmensa mayoría de estas películas, los "buenos" son miembros de la monarquía (división republicana inserte sus quejas aquí).
Por otra parte, hay cuestiones algo menos obvias en estas historias que le hacen a uno planteárselas de otra manera. Por ejemlo, la Sirenita tuvo la precaución de procurarse un par de piernas antes de ligarse a su príncipe... pero en La Bella y la Bestia, aunque se envíe el contradictorio mensaje "la belleza está en el interior" cuando Bella acaba casándose con la versión guapa del príncipe... ¿qué habría pasado si este no se hubiera transformado? Probablemente estaríamos ante el caso más literal de bestialismo de la historia del cine.
Y las princesas no son el único caso de conductas de dudosa moralidad que podemos denunciar. ¿Quién tendrá la culpa de los problemas de drogas de los jóvenes actuales a los que tiene que enfrentarse la versión hardcore de Super Nanny? En el cole te dirían que es la falta de información, pero si haces un poco de memoria recordarás los psicodélicos elefantes de colores que acompañaban a Dumbo después de beber de un sospechoso barril. ¿No es suficiente? ¿Y qué hay de los personajes de Alicia en el País de las Maravillas? ¿Qué era lo que fumaba la oruga? ¿Qué clase de té era lo que bebía aquel grupo de pirados? ¿De qué serían esas galletas que decían "cómeme"? ¿Es que a la dichosa niñita nadie le advirtió que no comiera cosas extrañas? Creo que después de esto no hace falta explicar lo del "polvo de hada" de Peter Pan... hablando de Peter Pan, el padre de la generación ni-ni.
Como quien dice, eran tiempos felices... eran tiempos mejores. Con los años Disney se ha encaminado hacia proyectos más políticamente correctos, aunque siempre nos quedarán detalles del buen racismo de antaño del que podrás encontrar muchos ejemplos... aunque ninguno tan descarado como el de cierta escena censurada de Fantasía:
Aunque, bueno... lo que se dice "políticamente correctos"... no hemos de olvidar por otra parte unas de las divisiones más recientes del poder de nuestro maloso: Disney Channel. Sí, cuando parecía que se habían eliminado las indecencias resulta que uno de los canales imperantes en la población infantil nos ha hecho llevarnos las manos a la cabeza y rogar por el regreso de los (en comparación) inocentes clásicos. Es comprensible que los esbirros de la Disney tengan que alimentar a sus familias y, como suele decirse, "renovarse o morir"; total, que el equipo no quiso quedarse atrás en uno de los negocios que ha dado más dinero al cine y la televisión desde Joselito: las estrellas infantiles. Desde la llegada a la fama de Lindsay Lohan hasta las superventas de los Jonas Brothers, Disney ha continuado propagando mensajes de amistad, igualdad, castidad y demás valores familiares de la familia tradicional americana en general... pero de un modo mucho más actual. De este modo, donde las niñas de antes se dedicaban a jugar com muñecas estereotipadas y sexistas, ahora ensayan delante del espejo las coreografías de sus ídolos juveniles favoritos. ¿No son una ricura?
Como decíamos antes, es difícil listar todas las fechorías perpetradas por tamaña organización. Podríamos continuar hablando de explotación infantil, violación de los derechos de los trabajadores, maltrato animal, apropiación del trabajo de jóvenes talentos... Pero no queríamos cerrar el artículo sin una mención al padre fundador: aquel hombre que supo combinar la creación de la magia y los sueños con las reuniones antisemitas y colaboraciones con nacional-socialistas, y que espera, según la leyenda, criogenizado... probablemente en un lejano planeta, esperando a que llegue el momento de expandir el "lugar más feliz del mundo". Dulces sueños.