Crítica: Zombies Party. Una noche de muerte (2004)
Por Repolocho
Título original: Shaun of the Dead
Dirección: Edgar Wright
Guión: Edgar Wright y Simon Pegg
Intérpretes: Simon Pegg (Shaun, el sufrido protagonista), Kate Ashfield (Liz, la enérgica novia de Shaun), Nick Frost (Ed, probablemente el tío más vago y lerdo del planeta Tierra), Dylan Moran (David, el gafapástico y repelente amigo de Liz), Lucy Davis (Dianne, la novia de David y fracasada aspirante a actriz), Bill Nighy (el padrastro de Shaun, más conocido como el irreverente rockero Billy Mack de "Love Actually"), Penelope Wilton (la mamá de Shaun, una señora peculiarmente tranquila), Peter Serafinowicz (Pete, el otro compañero de piso, continuamente malhumorado), Jessica Stevenson (la vecina de Shaun, una chica alegre y risueña que mata zombies como moscas). Y los zombies (¡entre los que se incluye uno negro!).
Crítica:
Los fans del cine de zombis están de suerte porque "Zombies Party. Una noche de muerte" (cuyo título original, manda narices, es "Shaun of the Dead", un ingenioso juego de palabras con el clásico de 1978 "Dawn of the Dead") es una de esas pequeñas joyas que un espectador agradece encontrar de vez en cuando entre toda la basura que, por desgracia, abunda en este tipo de género cinematográfico.
Lejos de caer en estereotipos, "Zombies Party" es, además de una película de muertos vivientes, una sátira de las comedias románticas y de la "cuadriculada" sociedad inglesa que nos muestra a un protagonista aburrido, sumido en la rutina e incapaz de afrontar las adversidades de la vida, por miedo a cambiar un solo aspecto de su monótona existencia. En resumidas cuentas, "zombificado". Se trata de Shaun, un apocado vendedor de electrodomésticos que vive en un piso compartido con dos amigos: Ed, un camello vago y con un sentido nulo de la pulcritud, y Pete, un tragavirotes autoritario. Su día a día se basa en hacer la ruta casa-trabajo, trabajo-casa, pasando por la tienda para comprar comida y bebida (sobre todo bebida), y su única diversión, por así decirlo, es jugar al Time Splitters 2 con Ed y salir al Winchester, un típico pub inglés, con su novia Liz. Tampoco falta algún que otro problema familiar, con un padrastro al que odia y una madre que le reprende por ello. Por lo demás, el pobre Shaun es un eslabón más en la cadena de la vida que ve cómo su insulso mundo continúa girando en una inevitable espiral de indiferencia. Sin embargo, algo rompe por completo su lineal forma de ser: Liz, harta del aburrimiento y la rutina, le deja. Entonces Shaun decide cambiar de un modo radical; esta vez hará las cosas mejor, tendrá seguridad en sí mismo y pondrá de una vez los puntos sobre las íes a su amigo Ed para que pague el alquiler y deje de ser un estorbo. Pero primero necesita consolarse y qué mejor lugar que el viejo Winchester para pillar una buena cogorcilla. "Después", piensa, "las cosas empezarán a irme bien. Pero hoy no... ¡MAÑANA!".
Por desgracia, esa misma noche ocurre una gran catástrofe en el Reino Unido: los muertos vuelven a la vida, mordiendo y contagiando a todo aquel con el que se topan, como si de un virus se tratase. Pero Shaun y Ed están durmiendo la mona en casa y ni se enteran. Ni siquiera al día siguiente, cuando una chica zombi entra en su jardín, saben lo que está pasando. Ed cree que es una yonki a las que pasa droga y Shaun, indiferente, sale de casa, atraviesa su barrio, va hasta la tienda de comestibles, compra una cerveza, se da la vuelta y vuelve de nuevo al piso, todo esto sin molestarse en mirar alrededor para ver que los zombis han invadido su barrio y hay cadáveres andantes en cada esquina. Ah, amigos, la rutina es lo que tiene.
Cuando finalmente son conscientes de la situación gracias a la tele (aunque Ed, sinceramente, "pasa"), Shaun ve la oportunidad de recuperar a Liz y de retomar las riendas de su vida de un modo inimaginable: salvará a toda la gente que realmente le importa de la invasión zombi. Eso sí, en el único lugar del mundo que le resulta familiar y seguro: el Winchester. A partir de ahí, ambos emprenden una delirante aventura por los barrios ingleses, armados con palas, bates, el coche de Pete (¿sigue siendo humano o es un zombi? Juzguen ustedes mismos) y, cómo no, ¡un palo de criquet!
La película, en general, es muy divertida y tiene unos momentazos que son dignos de pasar a la historia (el viajecito de Shaun a la tienda de la esquina, con un plano continuo magistral; la paliza en el Winchester a ritmo de Don't stop me now de Queen, la sublime estratagema para pasar inadvertidos entre los zombis...), aunque tiene un pequeño fallo de ritmo a la mitad, rozando ligeramente la sensiblería fácil y el drama social, pero se recupera enseguida con un acertado y estrambótico final que, desde luego, no dejará indiferente a nadie.
Mención aparte se merece el trabajo de los actores y del director, excelentes los primeros en sus interpretaciones y genial el segundo en el manejo de la cámara, con unos primeros planos excelentes (ese principio extraño y desasosegante), el famoso plano continuado (que merece un premio), la comparación rutina/invasión, y una coreografía a la hora de dar palizas a los zombis de quitarse el sombrero.
En resumen, y para terminar, un film hecho entre amigos (Edgar Wright y Simon Pegg, director y protagonista respectivamente, escribieron la historia juntos y entre risas) que resulta muy entretenido, hilarante en varias escenas y con un mensaje implícito bestial. Eso sí, no cabe duda de que los creadores de "Bienvenidos a Zombieland" tomaron alguna que otra idea de ella, mejorándola bastante, pero restándole ese encanto "british" que sólo se puede hallar en las "apacibles" barriadas londinenses.
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HoJu (lunes, 12 abril 2010 14:57)
El rollo brit y el personaje me recuerdan a La guía del autoestopista galáctico... con criquet incluido (aunque lo del criquet solo aparee en los libros).
habrá que poner la mula a funcionar.
Thisis madnes, ¡VAYA MIERDA! (lunes, 12 abril 2010 19:36)
Es lo que tiene encender la tele un viernes por la noche "a ver que hay" y gracias a la nueva politica de tve, ¡sin anuncios!(lo que tiene sus problemillas si acostumbras a ver la tele bebiendo cerveza).
HoJu (martes, 13 abril 2010 13:28)
Es que con eso de no tener anuncios te tragas enteras pelis que en cualquier otra cadena dejarías de ver en la primera pausa, léase Snape's on a plane.