Crítica: Pan negro (2010)
Por Repolocho
Título original: Pa negre
Dirección: Agustí Villaronga
Guión: Agustí Villaronga, basado en la novela de Emili Teixidor
Intérpretes: Francesc Colomer (Andreu), Nora Navas (Florencia, la madre de Andreu), Roger Casamajor (Farriol, el padre de Andreu), Marina Comas (Nuria, la prima pequeña), Marina Gatell (Enriqueta, la prima mayor), Sergi López (el alcalde), Mercè Aranèga (la señora Manubens), Laia Marull (Pauleta, la viuda), Elisa Crehuet (Àvia, la abuela), Eduard Fernández (el maestro), Lluïsa Castell (Ció), Jordi Pla (Quirze), Joan Carles Suau (Pitorliua).
Crítica
Pocos podían prever que esta historia sobre la posguerra española iba a resultar la triunfadora de la gala de los Goya de este año, ya que su estreno en cines fue bastante discreto y en muchas salas solo podía verse en catalán. Pero se reestrenó esta vez en las salas comerciales para que el público tuviera una segunda oportunidad. Lo que tienen los premios, oiga. Yo, sin embargo, la vi en casita.
"Pa negre" narra la historia de Andreu, un niño que vive en un pequeño pueblo de Cataluña durante los duros años de la posguerra y que un día descubre en el bosque cercano a su casa los cadáveres de un hombre y su hijo. A partir de este suceso, la policía del pueblo tratará de culpar de las muertes a su padre, perteneciente al bando republicano, pero Andreu empezará a investigar por su cuenta quiénes son los verdaderos culpables, entrando en una red de mentiras que los adultos han ido tejiendo a lo largo del tiempo y descubriendo que no todo es como él creía. Poco más puedo decir, es el espectador el que tiene que ir descubriendo por sí mismo los entresijos de la historia y las sorpresas que esconde cada personaje.
Agustí Villaronga dirige con maestría esta película tan peculiar ya que, mientras otras producciones podrían haber dado un ligero protagonismo a la guerra y a los conflictos político-sociales que vinieron después, él prefiere basarse en las experiencias de los personajes infantiles, encabezados por Andreu (el jovencito Francesc Colomer que se llevó un Goya más que merecido), y en el mundo de los adultos visto desde la perspectiva infantil, contrastando la inocencia de los unos con las mentiras de los otros. La historia es sobrecogedora y te atrapa desde el primer momento, puesto que el film arranca con una de las escenas más impactantes que he visto este año, y conforme va avanzando la leyenda y la realidad se van entremezclando poco a poco para llegar a un desenlace completamente redondo y perfectamente hilado. En ciertos momentos me recordó a "La cinta blanca" de Michael Haneke, ya que en ambas se aprecian las consecuencias que pueden traer consigo los secretos y las normas de los adultos, llegando a crear pequeños "monstruos" en las mentes más inocentes. Ejemplo de ello serían Nuria y la niña que acompaña a Andreu y a sus primos a la vuelta del colegio. Ambas son distintas, pero se parecen en cierto modo: la niña pequeña pertenece a una familia del "bando ganador" y ha aprendido que los "perdedores" son malos, sucios y peligrosos, por lo que no duda ni un segundo en insultar a Andreu utilizando expresiones que alguna vez habremos oído a nuestras abuelas; Nuria, por su parte, arrastra una triste historia por sus orígenes humildes en una familia socialista golpeada por el régimen de Franco, y es una víctima de la guerra en cierto modo, pues perdió una mano al explotarle una granada que encontró. Ambas han aprendido que el odio es un modo de supervivencia pero, a diferencia de los adultos, todavía no conocen las consecuencias que este puede acarrearles.
Otro de los puntos interesantes de la película de Villaronga es la mezcla entre magia y realidad. En el pueblo de Andreu existe la leyenda de Pitorliua, un hombre que se hizo al monte y que se convirtió en un salvaje de instinto asesino, una historia que sirve como nexo de unión para las diferentes tramas y que está perfectamente llevada, sin excesos en la fantasía. Llegados a este punto me gustaría comentar que, si sois de pueblo como servidora, a lo mejor habéis oído versiones parecidas a la gente mayor, en cuyo caso tanto la visión adulta como la de los niños en el film os causará una sensación especial, entre la tristeza y la angustia, que seguramente se asemeje a la que sintieron años atrás quienes vivieron esa situación.
Poco más puedo añadir. No es una película que deje buen cuerpo, es angustiosa, triste e intrigante, pero merece la pena verla y los premios que se ha llevado han sido por un justo motivo, eso os lo puedo asegurar. Buen cine, con mayúsculas.
Radamel Falcao (miércoles, 31 agosto 2011 04:53)
Ese trasero tuyo llena cualquier coliseo y pone a creer a cualquier ateo. Catalanes... hablando raro.