Crítica: I'm Not There (2007)
Por John Karra
Título original: I'm Not There
Dirección: Todd Haynes
Guión: Todd Haynes, Oren Moverman
Intérpretes: Cate Blanchett, Christian Bale, Heath Ledger, Richard Gere, Marcus Carl Franklin, Ben Whishaw, Julianne Moore, Charlotte Gainsbourg, Bruce Greenwood, David
Cross.
Crítica:
Un tributo realmente original. En lugar de reconstruir la biografía del icono de la música, el director apuesta por basar su cinta, como
indica en los créditos iniciales, “en la obra y múltiples vidas de Bob Dylan”. Y es que no estamos ante una película biográfica al uso; Todd Haynes, que ya había homenajeado a David Bowie en
“Velvet Goldmine”, desdobla las facetas de Dylan en seis personajes pertenecientes a diferentes épocas y ambientes (algunos representantes de las principales influencias del músico), creando una
película con escenas de historias intercaladas, mezclando el blanco y negro y el color, el diálogo y la voz en off… todo ello unido (faltaría más) por temas tanto legendarios como menos conocidos
del artista.
Pero, sin duda, lo más impresionante del filme es el pedazo de reparto que le da vida. Para empezar, el hilo conductor es el narrador Arthur Rimbaud, poeta callejero interrogado por lo que parece
la policía, interpretado por un Ben Whishaw en una actitud elocuentemente insolente que sorprende tras haberlo visto casi en absoluto silencio en “El Perfume” (eso sí, sin abandonar la misma
mirada penetrante). Marcus Carl Franklin es un jovencito y caradura trotamundos de 11 años que se hace llamar Woody Guthrie, llevando con orgullo su guitarra enfundada en su estuche con la mítica
inscripción “THIS MACHINE KILLS FASCISTS”. De Christian Bale nada hay que decir por la reputación que lo precede, así que no decepciona en absoluto en su rol de Jack Rollins, estrella del folk
más político convertido en predicador cristiano, con el que además demuestra talento musical; Bale es acompañado en esta “vida” por Julianne Moore, que interpreta a una amiga y compañera de
fatigas en el folk en un elegante segundo plano. Vemos también a nuestro nunca olvidado Heath Ledger en otro de sus buenos papeles que le llegaron sólo hacia el final de su carrera; y éste,
aunque quizás no tan famoso como otros anteriores, bordado, y más de la mano de Charlotte Gainsbourg como compañera de reparto. Juntos forman el disfuncional matrimonio compuesto por una pintora
francesa y un exitoso y mujeriego actor de cine, Robbie Clark. La parte más libre y errante de Dylan es interpretada por un Richard Gere en su faceta más bohemia, curtido por el sol y luciendo su
canosa melena con orgullo. Pero la palma se la lleva, sin duda, Cate Blanchett; por eso he querido dejarla para el final. Y con “la palma” no me refiero a la de Cannes, aunque ganó el Globo de
Oro entre otros premios, completamente merecidos a mi parecer. La actriz da vida a Jude Quinn, el personaje más representativo de un Bob Dylan en una de sus peores etapas; Blanchett adopta las
maneras del artista llegando a dar el pego como hombre, un hombre caótico, impertinente e impulsivo que refleja la problemática del éxito. Mi reverencia ante todos ellos.
Recomiendo esta película no a todo el mundo, ya que algunos de los fans pueden quedar decepcionados al esperar un retrato más “fiel”. Al margen de la biografía de Bob Dylan, de quien tampoco
podía presumir yo de tener excesivo conocimiento, la cinta es auténtica e interesante para cualquier aficionado al cine alternativo. Sólo desaconsejo verla cansado, porque al ser algo más de dos
horas con unas últimas escenas más lentas, puede costar un poco. Quién sabe, tal vez despierte en mí un mayor interés por la obra de Dylan.
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