Título original: Zardoz

Dirección: John Boorman (capaz de lo mejor y lo peor)

Guión: John Boorman (las sustancias psicotrópicas que debió fumar para escribirlo aún no han sido estudiadas por los científicos)

Intérpretes : Sean Connery (Zeta; necesitaba el dinero, ¿vale?), Charlotte Rampling (Consuella, una insensible inmortal), Sara Kestelman (May, una científica con ganas ocultas de farra), John Alderton (Amigo, el tipo menos amigable del Vórtex), Niall Buggy (Arthur Frayn/ Zardoz; cabrón sin escrúpulos donde los haya. Pero el tipo es gracioso, aunque no sepa maquillarse), Sally Anne Newton (la vidente o, entre amiguetes, la "yerbas").

Crítica:

Sólo existe una palabra para describir esta "cosa" llamada película: bizarra.

De entrada, el director tuvo que añadir la pseudo-filosófica escena inicial, en un desesperado intento de hacer comprensible el film para todo aquel que no hubiese participado en el rodaje (aunque, a decir verdad, el equipo tampoco sabía muy bien qué estaba haciendo). Lamentablemente, fracasó.

Prácticamente imposible de explicar, podría resumirse en algunos puntos fundamentales:

Corre el año 2293 (¿para qué redondear, hombre?) y el mundo se encuentra dividido entre los BRUTALes y los inmortales. Los primeros se dedican básicamente a... euh... matar, y los segundos habitan en una zona privilegiada y separada de semejantes cabestros llamada Vórtex (vamos, el jardín de atrás de la casa de Boorman), en la que se pasan todos los días de sus insulsas vidas divagando, votando, discriminando, envejeciendo a su bola, pasando de todo (en el club de los Apáticos) y pasándolo de miedo (en el asilo/sala de baile). Sin embargo, toda esta vida insoportablemente intelectual les impide rebajarse a cosas tan sucias y mundanas como el fornicio y sus subsiguientes consecuencias (pa' aclararnos: tener churumbeles), puesto que, al ser inmortales, no pueden (o no deberían) reproducirse, ya que las consecuencias demográficas podrían llegar a ser catastróficas (¿os imagináis una "burbuja" de cristal a rebosar de gente? Sí, sería la caña, pero poco práctico. Básicamente como un tuppergüere lleno de carne picada, como una maleta a la vuelta de vacaciones o como el último klínex en pleno catarro. Qué símiles tan poéticos).

Pues bien, en este mundo post-apocalíptico un brutal, Zeta, consigue colocarse, perdón, colarse en el Vórtex, con eróticos result... digoooo... descubriendo un universo totalmente nuevo que mezcla el estilo "retro" con la "high-tech" (bueno, la "high-tech" de 1973 que consistía, básicamente, en poner unas cuantas bolitas de plástico hinchable alrededor de la casa del vecino y en proyectar diapositivas de jamones en la cara de un anonadado Sean Connery) y que, además, está plagado de amanerados muchachitos con peinados dignos de Paquito Clavel (aunque las pintolas de Connery tampoco tienen precio) y lozanas jovencitas que se muestran en (casi) todo su inmortal esplendor. Lo que sucede a continuación es mejor no explicarlo, no porque no queramos desvelar nada, sino porque no nos enteramos de una caquita. Por lo tanto, nos dedicaremos a comentar lo más interesante del deuvedé: el audiocomentario del director.

Pongámonos en el lugar de Boorman: 1 millón de dolares de presupuesto (una parte puesta por él y la otra por un productor enajenado y/o más drogado que el propio director cuando escribió el guión) y a Sean Connery en el escaparate de rebajas de El Corte Irlandés (sabemos que es scottish, pero la peli es irlandesa) con un cartel de "ai güil güork for nazin, ai promis" (*), ya que después de hacer de Bond estaba más encasillado que Michael Landon. Además, si contamos con que el guión exigía más medios que James Cameron para hacerse un café, el resultado no iba a ser precisamente el mejor.

Como muestra de que estaban más pelados que el orto de un mandril, Connery decidió prescindir de chófer y conducir él mismo a cambio de repartirse los 300 dólares con Boorman (que daba botes de regocijo al ver que podía reinvertir la vertiginosa cantidad de 150 dólares en su film). Esta es sólo una de las muchas anécdotas del rodaje, aunque se queda corta en comparación con la siguiente, digna de mención en prestigiosas revistas como "Euskadi ta askatasuna Zineak Magazine" o "El Afgano Bomba Cultural". En una de las escenas iniciales de la película, la cabeza flotante (no le busquemos sentido) del dios Zardoz vomita armas de fuego a espuertas, bajo la premisa "procrear es malo, las armas son buenas". El problema es que en aquellos días el IRA estaba dando por el... dando problemas a base de bien, por lo que al gobierno británico no le parecía una buena idea darle un camión de armas a un irlandés claramente desequilibrado. Cuando Boorman le comentó estos inconvenientes a su equipo, un iluminador dijo con toda naturalidad: "¡oh! Yo soy miembro del IRA, ¿cuántas armas necesitas?" lo que descolocó bastante al pacifista director. Afortunadamente, el gobierno cometió un terrible fallo de seguridad y le permitió adquirir las armas que necesitaba.

Podríamos seguir regodeándonos con muchas más venturas y desventuras (sobre todo desventuras) de este engendro denominado película, pero disfrutaréis mucho más si paladeáis sus sorpresas personalmente. Una obra maestra del cine bizarro y setentero, más futurista que "1997: Rescate en Nueva York", más intrigante que "El asesino era el mayordomo", con más morbo y erotismo que "Los Tres Cerditos" y más deliciosa que "2 girls 1 cup".

Para ir a mear y no echar gota.

(*) Macarronismo de I will work for nothing, I promise, que viene a significar "trabajaré por nada, lo prometo". Eso sí, esto mismo en gaélico significa "200.000 $ y la cama aparte". 

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