Crítica: Malditos Bastardos (2009)
Por Repolocho
Título original: Inglourious Basterds
Guión y dirección: Quentin Tarantantán Tarantanteiro, digoooooo, Tarantino
Intérpretes: Brad Pitt (Aldo Raine, teniente americano a más no poder), Melanie Laurent (Shosanna Dreyfus), Christopher Waltz (Hans Landa), Eli Roth (Donnie Donowitz, el Oso
Judío, ¡ay omá qué rico!), Diane Kruger (Bridget Von Hammersmark), Daniel Brühl (Frederik Zoller), Til Schweiger (Hugo Stiglitz, otro que se las trae), Michael Fassbender (Archie Hicox, un
soldado que aprendió la importancia del acento alemán).
Crítica:
El título de esta película le viene que ni al pelo. Es exactamente lo que le llamaríamos a Tarantino al salir del cine, seguido de una patada giratoria a lo Chuck Norris (¡zas, en toda la boca!)
y un abrazo de admiración. Todo esto podría ser interpretado como una reacción típica de una persona bipolar, pero es que la sensación que deja tan grandiosa mierda es esa, precisamente.
Es una gran película y, al mismo tiempo un truño como la copa de un pino.
Empecemos por lo malo: por amor a Dios, ¿a quién, sino a Tarantino, se le ocurre denominar a semejante producto americanoide "film histórico"? Cierto es que se trata de una sátira salvaje de las
antiguas películas de guerra que tanto nos han hecho disfrutar antaño, pero se pasa de la raya. Muy en su línea, no escatima en sangre, mal gusto ni violencia, así como en exagerados títulos
setenteros en mitad de la película o una música un tanto "especial", pero así es el estilo del pequeño Quentin y no se le puede reprochar. Es su marca personal. Sin embargo, lo que le hace a la
HISTORIA no tiene perdón: sabiendo que su público consta de una gran masa joven y palomitera que espera ver vísceras, sangre y tacos y, cómo no, no aprender nada en absoluto, se enfosca todos los
principios morales del cineasta, se carga la línea espacio-temporal y, claro está, acaba violando a la Historia. No es una simple patada o paliza. Es una violación cruenta en toda regla.
Denunciable, abominable, despreciable... y genial. Es el sueño oscuro de todo historiador, el deseo oculto de los estudiosos, lo que todo el mundo (excepto algunos) desearía que hubiese ocurrido.
Y, aunque deja un mosqueo inicial tras verla, el poso posterior es de una gran paz interior, de una vocecilla que nos calma diciendo: "esto es lo que querías, ¿no? ¡Pues ahí lo tienes!"
Por eso, ahora empieza el visto bueno: sus personajes, estrafalarios y exagerados al máximo, son una clara caricatura de aquellos héroes y villanos que llenaban las pantallas del cine mientras
libraban feroces batallas los unos contra los otros. Así, encontramos a un Hitler despótico, chillón (¡NEIN, NEIN, NEIN, NEIN!), gesticulero y, en definitiva, ridículo. Tan sólo le falta tener
una risa maléfica y que un trueno irrumpiese tras su figura para ser un malo malote de peli en toda regla. Y todo malvado necesita un fiel secuaz; es ahí donde aparece Goebbels, el lameculos,
ridículo personajillo que llora emocionado ante los halagos de su gran jefe. Qué gran escena.
Los héroes, si es que pueden llamarse así, son insultantemente valientes e ignorantes. ¿Quién no recuerda al insoportablemente osado John Wayne en "El día más largo", apoyado en su escopeta, con
una pierna herida de un balazo y, con un par, fumándose un Habano? Pues estos "bastardos" se olvidaron el puro en casa, pero la escena es casi idéntica. Un sobreactuado y prognato Brad Pitt
lidera un batallón de esperpénticos caballeros judíos que planean una sangrienta venganza contra todo bicho alemán viviente (sí, matan a un general que ni siquiera es nazi creyendo que lo es. Por
supuesto, los ignorantes espectadores aplaudieron la escena embobados). En este peculiar equipo, aparecen dos soldados dignos de mención: Donnie Donowitz y Hugo Stiglitz. Ambos, hombres guapos y
muy viriles, son asesinos despiadados. El primero es llamado el "Oso Judío" (no es de extrañar...) y se dedica a "batear" como hobby. El segundo es un alemán que, sin más explicación, empieza a
cargarse a gente de los suyos. Porque sí, porque se aburría el hombre. Es que no había videojuegos en los 40 (aunque, de haberlo dicho, Tarantino los habría metido en su película, por
supuesto).
Mención aparte la merece el malo malísimo detective Hans Landa (Christopher Watlz). Qué grandísimo hijo de puta, calculador, cínico... un ACTOR de verdad, como los que ya no quedan. Qué control
de la situación, qué sarcasmo, qué aires de superioridad... daba gusto verle en acción. No se puede decir más, es algo que tiene que verse.
A modo de resumen, "Malditos Bastardos" es una gran obra que merece la pena ir a ver para pasar un buen rato, que no tiene otro objetivo que divertir criticando implícitamente a los americanos y
muy directamente a los alemanes. Un film para ver con los amigos, con un enorme bol de palomitas y un refresco maxi, sin tomárselo en serio, sin tener la mentalidad de que vamos a ver una
película histórica, sin tomarse a pecho el esperpéntico y, sobre todo, ficticio final. Pues, ¿no es el cine acaso una gran industria que fabrica hermosas mentiras?
Tan sólo lamento que muchos de los jóvenes que vayan a ver tamaña obra, sin más conocimientos que los que les proporciona la caja tonta e Internet, salgan creyendo que los americanos fueron
héroes, que todos los nazis eran unos monstruos sin alma, que los judíos se casaban con negros y que Hitler asistió a una encantadora barbacoa francesa en 1944.
Escribir comentario
John Karra (martes, 15 junio 2010 20:09)
Se te olvidó decir que Daniel Brühl está pluriempleado y trabaja además como azafato de Ryanair.