Crítica: La fortaleza de Brest (2010)

 

Por HoJu

Ciclo "Cine de vodka y fuego"

 

Título original: Брестская крепость, (transcrito Brestkaya krepost, pero en cirílico queda mucho más chulo)

 

Director: Aleksandr Kott

 

Guión: Igor Ugolinkov, Aleksey Dadarev, Ekaterina Tirdatova, Konstantin Vorobiov y Vladimir Yeryomin (inexplicable tanta gente ya que la mayoría del guión consiste en gritos de agonía)

 

Intérpretes: Aleksei Kopashov (Sashka Akimov, el narrador y niño soldado), Andrey Merzlikin (teniente Kizhevatov), Veronika Nikonova (Anya Kizhevatova, la hija del teniente), Aleksandr Kroshunov (Pyotr Gavrilov, comandante del regimiento), Pavel Derevyanko (comisario Formin), Evgeniy Tsyganov (teniente Pochernikov)... y otros muchos oficiales, soldados y civiles de nombres enrevesados.

 

 

Crítica:

 

Puede que sea porque ayer vi un reportaje sobre Rusia en La 2, pero se me ha ocurrido comentar unas cuantas películas rusas y de otros países del este que se han estrenado en los últimos años y que en general han pasado bastante desapercibidas al público occidental. De hecho, si no fuera por Internet también me habrían pasado desapercibidas a mí.

 

Puede que suene gafapastoide ponerme a rajar sobre estas películas en versión original, en las que no sale ningún astro jolivudiense, y que seguramente son aburridos dramas independientes sobre la apatía de la sociedad postsoviética desde el punto de vista de los cultivadores de rábanos de Chiquitistán, ¿verdad?. Pero no. Porque gracias a Vladimir Putin y a su descarado fomento del nacionalismo ruso, podemos disfrutar de violentas superproducciones bélicas e históricas como ésta (aunque en este caso es una coproducción con Bielorrusia). La corrupción, el autoritarismo y los asesinatos de periodistas son un pequeño precio a pagar por ver a la eterna Madre Rusia pateando el culo de sus enemigos históricos en Full HD.

 

Pongámonos en antecedentes: la fortaleza de Brest, o Brest-Litovsk, era una plaza fuerte construida por los zares en la actual Bielorrusia en el siglo XIX. Y en junio de 1941, cuando los alemanes atacaron la URSS, esta fortaleza fue uno de sus primeros objetivos (irónicamente un par de años antes ya se la habían arrebatado a los polacos, pero se la entregaron a la URSS en virtud del pacto de reparto de Polonia, que entonces ocupaba esa parte de Bielorrusia). La resistencia de la guarnición, aislada, sin agua ni suministros, duró ocho días de feroces combates. Y eso es lo que nos cuenta la película, desde el punto de vista del joven Sashka, un niño que toca la tuba en la banda de la base y que vive allí con su hermano mayor, después de la muerte de sus padres en la Guerra Civil Española.

 

Gracias a que Stalin se limpió el bigote con los informes de inteligencia que avisaban del inminente lanzamiento de la operación Barbarossa, el 22 de junio amaneció tranquilo y feliz en Brest. El sol brillaba, se iba a proyectar una película en el cine y Sashka se llevó a pescar a Anya, la hija del teniente Kizhevatov. Todo muy romántico hasta que empiezan a sobrevolarles los aviones alemanes y comienza la fiesta. No acabará hasta dos horas después, cuando acabe la propia película, que es una sucesión de escenas bélicas que apenas deja un respiro. Desde los bombardeos iniciales a la defensa de los edificios semiderrumbados de la fortaleza o a las contracargas salvajes que lanzan los defensores. De hecho, quizás abusan un poco de las cargas cuerpo a cuerpo a cámara lenta; uno se pregunta si no habrían podido ganar la batalla de haber utilizado más balas y menos palas, sillas, bidones y tablas.

 

Todas estas escenas de batalla cuentan con una excelente ambientación y una espectacularidad que no tienen nada que envidiar a superproducciones bélicas de mayor presupuesto. En buena medida se usan localizaciones reales, combinadas con decorados y efectos por ordenador, claro, porque estaría feo eso de dinamitar monumentos históricos para recrear las ruinas. Eso sí, tantos minutos de matanza dejan poco espacio para desarrollar la trama y hacen que se resienta un poco. Entre eso, los subtítulos que te hacen distraer la atención de la pantalla, y la mugre ensangrentada que cubre las caras de los personajes, uno no se entera mucho de quién es quién y de cómo se desarrolla la acción en cada uno de los tres frentes de defensa en que queda dividida la fortaleza, entre los que corretea Sashka, que ha cambiado la tuba por la Tokarev, llevando mensajes y sin dejar de buscar a Anya, perdida en medio de la batalla.

 

Pero a mí por lo menos, estas lagunas narrativas no me molestan, la historia es sencilla pero resultona y, al fin y al cabo, lo que yo quería ver era guerra, y de eso la película me dio tres tazas. Mejor quitarle minutos a una trama floja para meter batallas buenas que quitar batallas buenas para agrandar una trama que seguramente iba a seguir siendo floja.

 

Y eso es lo que se me ocurre hasta el momento. Muy recomendable para los amantes del cine bélico, épico y sin mucha reflexión moral o filosófica. Pero, qué coño, hay días que nos apetece ver La delgada línea roja (días de esos en los que quieres castigarte a ti mismo), y días que preferimos ver una sencilla historia, relativamente poco conocida, de héroes y sacrificio por la Madre Patria.

 

Hasta la próxima, továrich.

 

 

 

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Comentarios: 6
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